(Narrado por Val, dueña del Blythe Café)
Nunca pensé que volvería a pronunciar su nombre dentro del Blythe Café.
Esmeralda Vainilla.
Estilista de muñecas, diseñadora, personalidad de redes, y durante un breve pero intenso periodo… parte importante de mi vida. Tan importante como dolorosa. Dani, en su nuevo papel como director de eventos y dinamizador del Café, decidió que necesitábamos una sacudida.
Y claro… Dani no se anda con cosas pequeñas.
—He hablado con ella —me dijo el jueves pasado, sonriendo con media cara—. Está todo confirmado..
—¿Aceptó qué? —le solté, congelada.
—Esmeralda vendrá este martes a hacer el evento exclusivo que le propuse de cambio de ojos para muñecas Blythe. Diseño personalizado. Citas limitadas. Miradas nuevas para muñecas… y tal vez para algunas personas también.
No supe qué me descolocó más: que Dani hubiera hablado con ella sin consultarme o que Esmeralda aceptara la propuesta. Pero no me atreví a frenarlo. No esta vez. Tal vez era el momento.
Anunciamos el evento como algo único:
“¡Ojos nuevos, miradas nuevas! El Blythe Café se transforma en un salón de personalización exclusivo de la mano de la icónica Esmeralda Vainilla. Vive una experiencia mágica. Citas limitadas. Diseños irrepetibles.”
La comunidad Blythe reaccionó como si hubiéramos anunciado la visita de una estrella del pop. Esmeralda era la estilista. Elegante, misteriosa, con fama de exigente y siempre desapareciendo de las redes justo cuando se volvía más viral.
Las reservas se agotaron en menos de tres horas.
Mimi empezó a hornear galletas en forma de ojos de colores. Mira organizó las citas como si fueran cirugías de alta precisión. Bruno decoró la entrada con espejos, papel brillante y una pancarta que decía:
“¡Date un capricho!”
Yo… no dije mucho. No sabía cómo sentirme.
Esmeralda llegó a las once. El Café estaba ya medio lleno. Apareció con un vestido negro mate, abrigo turquesa y gafas enormes. Nada había cambiado. Y al mismo tiempo, todo.
Se acercó a mí sin titubear. Las dos sabíamos que ese encuentro tenía peso.
—Hola, Val. —Su voz, más grave de lo que recordaba, más calmada—. Veo que sigues teniendo buen gusto.
—Hola, Esmeralda. Tú igual… exageradamente tú.
Sonrió con esa mueca elegante que siempre me descolocó.
—Vamos a hacer magia —dijo, y se instaló como si no hubieran pasado cinco años de silencio.
Montamos una cabina de personalización en la esquina más luminosa del Café. Esmeralda colocó herramientas, ojos de cristal, pinceles minúsculos y una lupa con luz. Las chicas y chicos iban llegando, y ella los trataba como si fueran celebridades.

—Tú necesitas un azul tormenta.
—Tú llevas un bosque en el alma, no lo ocultes.
Dani, desde su rincón, organizaba turnos con su cuaderno lleno de pegatinas y post-its de colores. Mira servía cafés decorados con espirales. Bruno… derramó glaseado sobre unas pestañas, pero Esmeralda lo perdonó con un simple “es accidentalmente expresivo”.
Yo atendía mesas, pero sentía que mi corazón latía en una dimensión paralela. Esmeralda no me hablaba más de lo necesario. Tampoco me evitaba. Su presencia me sabía a nostalgia… y a herida.
Al final del día, cuando ya solo quedaba una chica con ojos sin cambiar, Claudia se acercó a mí en la barra. Apoyó los codos, como hacía antes.
—No creí que aceptarías que viniera.
—No lo hice. Lo hizo Dani.
—Él siempre tuvo buena intuición.
La miré. Ella me sostuvo la mirada.
—¿Por qué viniste, Esmeralda?
—Porque tenía una espina clavada. Y porque quiero que deje de doler aunque no signifique olvidar. A veces, solo hay que verse con otros ojos, nunca mejor dicho.
Se marchó sin dramatismos, con la misma elegancia con la que siempre cerraba las puertas que yo no sabía mantener abiertas.
Al cerrar el Café, nos quedamos en silencio unos segundos. Mimi fregaba con calma. Mira contaba la caja. Bruno miraba vídeos del evento. Dani se me acercó.
—¿Qué tal lo llevaste?
—Como una cirugía sin anestesia. Pero necesaria.
—¿Sabes? Quiero hacer más cosas como esta. Que el Café sea un lugar para mirar hacia afuera… pero también hacia adentro.
—¿Tu próximo evento también será con alguien de mi pasado?
—Quizá —respondió Dani, guiñando un ojo—. O del mío.
Y por primera vez en semanas, sentí algo distinto. Como si mi propia mirada también se hubiera renovado. No eran ojos nuevos. Pero sí… menos temerosos.
Fin del Capítulo 12
Próxima cita: ¡Martes 21 de abril!
¿Qué os gustaría ver la próxima semana?
- ¿Esmeralda vuelve con una propuesta profesional para el Blythe Café?
- ¿Un nuevo evento inesperado… esta vez, por sorpresa de Bruno?
- ¿Val se atreve a compartir algo más de su pasado con Dani o Mira?
(¡Comparte tus impresiones y sigue leyendo esta historia de café, emociones, nuevas miradas y segundas oportunidades!)