(Narrado por Bruno)
Cuando entré por primera vez al Blythe Café pensé que era un sitio bonito, como de película francesa. Lo que no sabía era que en realidad era un campo de entrenamiento emocional encubierto. Con dulces.
Yo llegué aquí con más ganas que dirección. Mi especialidad era: entusiasmo no solicitado, ideas desmesuradas y olvidarme de cosas básicas como cerrar bien las botellas de sirope. Y a pesar de eso… me dejaron quedar.
Bueno, me dejó quedar Dani.
Él fue el primero que me miró sin juzgar (aunque con una ceja levantada, eso sí). Y desde entonces, se convirtió en mi brújula. Una brújula impaciente, sarcástica, y con el bloc de planificación más ordenado del universo.
—Bruno —me dijo esta mañana, con su voz de “te voy a dar una misión pero sé que la vas a liar”—. Hoy organizamos el calendario mensual de eventos. Y esta vez, quiero propuestas… realistas.
Yo parpadeé.
—¿Realistas en qué sentido? ¿Tipo sin fuego? ¿Sin disfraces de animal? ¿O sin que la gente firme un “esto no es mi culpa si me caigo” al entrar?
Dani me fulminó con la mirada.

—Vamos a escribir todo en el calendario. Tú me dices una idea, y yo decido si es viable, ilegal o suicida. ¿Listo?
Me senté frente a él, emocionado como si fuera una entrevista en la tele. Mimi nos trajo galletas con forma de tazas y Dani me dio la primera hoja en blanco.
—Nombre del evento —dijo.
—¡“Batalla de Muffins”! —solté sin pensar.
Silencio.
—¿La gente se lanza muffins?
—¡Con catapultas hechas de cucharones!
Dani anotó en una hoja aparte: lista negra de ideas.
—Siguiente.
—“Baristas Ciegos”: servir café con los ojos vendados.
—¿Quieres que alguien se queme los párpados?
—No si lo hacen bien…
—Siguiente.
—“Muro de Espresso”: todos hacen fila para lanzar una moneda y si cae dentro de una taza, se llevan un premio.
Dani levantó la vista. Por primera vez, pareció considerarlo.
—Eso podría… funcionar. Con ajustes.
Apuntó. ¡Victoria!
Después de la tercera ronda de ideas, nos quedamos en silencio un rato. Él seguía escribiendo. Yo le observé. Dani nunca se queja. A veces se enfada. A veces suspira. Pero jamás se deja caer. Y sin embargo, yo sé que todavía le duele.
—Oye —dije, bajando la voz—. ¿Tú cómo estás?
Me miró sorprendido, como si nadie le hubiera hecho esa pregunta últimamente.
—Estoy… haciendo lo que puedo. Quiero que esto funcione. Para Val. Para todos. Para mí.
Asentí.
—Lo haces muy bien. Aunque a veces me grites.
—No te grito. Me desespero en voz alta.
Solté una carcajada. Él sonrió un poco. Y ahí, por un segundo, sentí que no solo éramos el chico caótico y el barista lesionado. Éramos dos piezas raras que encajaban sin querer.
Por la tarde, mientras ayudaba a Mira a organizar los tés, Dani me llamó desde su rincón. Tenía algo detrás de la espalda.
—Ven. Tengo algo para ti.
Me acerqué. Extendió una caja pequeña envuelta con una servilleta.
—¿Qué es esto?
—Ábrelo.
Era… un delantal nuevo. Pero no cualquiera. Tenía mi nombre bordado. Y una frase:
“Caos controlado. Más o menos.”
Me reí. Me emocioné.
—¿Es una trampa?
—No. Es mi forma de decir que, aunque tus ideas me den dolor de cabeza, el Café no sería el mismo sin ti.
—¡Eso es lo más bonito que me han dicho con pasivo-agresividad!
Esa noche, mientras cerrábamos, yo le conté mi última idea:
—Y si hacemos un “Blythe Bingo”, pero con pruebas ridículas. Tipo “baila mientras sirves”, “imita a Val preparando un latte”, “encuentra el muffin falso”.
Dani suspiró.
—Bruno…
—¡Pero no hay fuego! ¡Lo juro!
Me miró. Sonrió.
—Mañana lo hablamos.
Lo tomé como un “sí”.
Fin del Capítulo 15
¿Bruno logrará colar uno de sus eventos sin provocar un desastre?
¿Dani encontrará su sitio más allá de los calendarios?
¿Y qué pasa cuando un nuevo rostro aparece preguntando por Val?
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