(Narrado por Mimi, pastelera del Blythe Café)

Nunca he sido de hablar mucho. Me siento más cómoda con harina en las manos que con palabras en la boca. Pero últimamente, todo lo que callé durante años empieza a subir como la masa en el horno.

Este Café ha sido mi refugio. Mi lugar seguro. Pero también ha sido una trampa dulce para una ilusión muy antigua: la ilusión de que mi padre por fin me viera.

Cuando empecé en el Blythe Café, no se lo dije a mi padre. Pensé que no le importaría. Durante años le hablé de mis recetas, mis cursos, mis sueños… y siempre recibía lo mismo: silencio o consejos prácticos. Nunca una pregunta sincera.

Pero unos meses después de empezar aquí, empezó a cambiar. Me llamaba más seguido. Se interesaba.

—¿Y cómo va ese cafetito donde trabajas?

—¿Qué tal las ventas?

—¿Cuánta gente entra al día?

Al principio me hizo ilusión. Mucha. Pensé: “al fin quiere saber de mí”. Así que respondía a todo con entusiasmo. Le contaba las recetas que desarrollábamos, cómo Dani hacía figuras en la espuma del capuchino, cómo Val se desvivía por sacar el Café adelante.

Y él escuchaba. A veces hasta tomaba notas. Yo, tonta de mí, me sentía orgullosa.

Pero no preguntaba por mí. No me decía: “¿estás contenta?”, o “¿estás cansada?”. Solo preguntaba por el Café.
Hasta que un día, sin querer, lo escuché decir por teléfono:

—“No, aún no han hecho cambios en la propiedad. La chica sigue igual. Tranquila, tengo ojos dentro.”

Ojos dentro.

Y entendí. No era su hija la que le interesaba. Era su inversión. Yo era el acceso directo. El espía perfecto que ni siquiera sabía que lo era.

Un nudo en la garganta…

No se lo dije a nadie. Ni a Val. Ni a Mira, que seguro me habría defendido como una fiera. Me quedé callada. Como siempre.
Pero desde ese día, algo cambió. No en él. En mí.

Ya no quise su atención. Ya no busqué su aprobación. Lo que sí sentí fue una necesidad nueva, firme, ardiendo en el pecho:
proteger este lugar.
Porque si mi padre tenía planes para el Café, fueran los que fueran, tendría que pasar por encima de mí.

Mientras trabajaba y digería todo esto, Bruno tuvo una de sus “semanas brillantes”.

—¡Escuchad esto! Evento: “Blythe Olimpiadas”. Carreras de bandejas con café. ¡Premio: muffins eternos!

Dani, desde su mesa de planificación, alzó una ceja.

—¿Muffins eternos? ¿Y eso qué es?

—¡No lo sé! ¡Pero suena increíble! Y otro: “Batalla de espuma. Cada cliente compite por hacer el dibujo más absurdo en la leche”.

—¿Y el que pierde?

—¡Se lleva una foto suya colgada en la pared con bigote pintado!

Dani cerró el bloc con delicadeza.

—Bruno, ¿por qué cada una de tus ideas parece un castigo con azúcar?

—¡Porque la gente ama el caos dulce!

Yo, desde la cocina, tenía que la lengua para no reírme en voz alta. Bruno puede ser agotador, pero en momentos como este, le agradezco su existencia. Es como un globo de helio en medio de una tormenta: no sirve para nada, pero alegra el cielo.

Esa noche, me quedé sola un rato después del cierre. Recogía lentamente, como si las migas de galleta me hablaran. Y en silencio, decidí algo.

Voy a ser libre. Libre de mi padre y sus juegos. Libre de esa necesidad de agradar que me ha tenido de puntillas toda la vida.

Ya no me importa si me ve.
Lo que quiero es verme yo.
Cuidarme yo. Elegirme yo.

Y proteger este lugar que me ha enseñado a querer sin miedo. Este Café es mi familia, aunque no lleve mi apellido.

Val se quedó conmigo al cerrar. Yo no le conté nada, pero ella me observó mientras barría y me dijo:

—Has cambiado.

—¿Para bien?

—Para fuerte. Eso es mejor que bien.

Me tragué las lágrimas. Solo asentí.

Bruno dejó una nota en la nevera antes de irse:

“Mimi, si algún día hacemos un evento de poesía con tarta, quiero que seas el postre final. Porque eres lo más bonito que se derrite sin romperse.”

(P.D. No me odies por las servilletas quemadas.)

La nota era absurda. Y preciosa.

La guardé.

Fin del Capítulo 14

¿Seguirá Mimi distanciándose de su padre?
¿Cafe Deluxe moverá ficha pronto?
¿Dani logrará frenar a Bruno antes de que proponga un karaoke subacuático?

(¡Comenta, comparte y sigue leyendo esta historia de café, heridas curadas y dulzura con carácter!

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