(Narrado por Val, dueña de Blythe Café)
Si creía que la fractura de Dani y el acoso de Maxwell ya eran suficientes problemas, me equivocaba. El Blythe Café se tambalea entre las amenazas de Cafe Deluxe y la presión de encontrar un reemplazo provisional para Dani, cuya lesión aún lo mantiene en reposo. Entre tanteos, llamadas y entrevistas rápidas, logramos incorporar a un nuevo empleado, Luis, que parecía prometedor. Pero a veces, cuando una puerta se abre, otra se cierra de golpe… o nos la cierran, como descubrimos amargamente.
Esta mañana, a primera hora, Luis se presentó puntual. Es un Blythe de cabellera corta y un aire dinámico; en la pequeña entrevista que hicimos el día anterior se mostró ilusionado por formar parte del “lugar de moda”. Parecía tener algo de experiencia en cafeterías, y me dio buena espina: amable, con soltura para atender mesas y rapidez de aprendizaje.
—Encantado de verlos, jefa —dice, con sonrisa amplia—. Tengo muchas ganas de empezar.
—Igualmente, Luis —respondo, intentando no sonar demasiado estresada—. Te presento a Mimi, nuestra pastelera, y a Mira, que nos ayuda con la barra mientras Dani está de baja.
Mimi asoma con delantal lleno de harina, mostrando su timidez habitual, y Mira hace un saludo escueto pero amistoso. Dani, sentado con la pierna escayolada en una banqueta, se esfuerza por sonreír, aunque se nota lo incómodo que se siente al no poder desempeñar sus funciones.
—Esperamos que te adaptes rápido, Luis —comenta Dani—. El Café anda a tope últimamente.
—¡Por supuesto! —responde el recién llegado, acomodándose el delantal.
Efectivamente, desde las diez de la mañana, no paramos. Personas que han oído hablar del “Blythe Café en auge” y otros que entran simplemente porque estan de paso. Otros vienen porque siguen a la Barbie influencer y van donde ella va. Y, como para darle la razón al destino, a media mañana aparece ella: esa Barbie con gafas llamativas y un móvil enorme que refleja una creciente cantidad de seguidores.

—Dani —oigo que pregunta con su inconfundible voz dulce y ligeramente altiva—. ¿Estás por aquí?
Todos en el Café nos giramos. Dani, con la pierna escayolada, traga saliva, y su cara se ilumina en un rubor inconfundible. Al verla, se remueve en la banqueta, intentando componer un aire despreocupado.
—Hola —dice, elevando la mano con timidez—. No esperaba… ¿Qué tal?
—¿Cómo que qué tal? —ella suelta una risa suave—. Vine a ver si seguías triunfando con tu café y a… bueno, comprobar cómo va tu pierna —agrega, fijando sus ojos en la escayola.
Siento un cosquilleo de complicidad entre ellos, un intercambio de miradas que quizá solo durará un instante, pero deja clara la inquietud de la Barbie influencer por la salud de Dani. Se sienta en una de las butacas cercanas, ignorando el gentío, y se inclina hacia él con aparente interés:
—¿Te duele mucho? Si necesitas algo, dímelo. De verdad… me encanto tu actuación y… bueno, me gustaría verte recuperado pronto.
Dani se queda sin palabras. Mira y yo intercambiamos una mirada de picardía: definitivamente, ella está interesada. Él, por su parte, traga saliva y asiente con una sonrisa nerviosa:
—Te agradezco la preocupación. La verdad es que… me gustaría estar tras la barra como antes, pero me toca descansar.
El momento es interrumpido por Luis, que atiende a varios clientes y me llama para cobrar. La Barbie aprovecha para preguntarle a Dani si puede grabar un pequeño clip con él, “solo un saludo para mis seguidores”. Él vacila un segundo, luego, con la pierna dolorida, se allana ante esa pequeña oportunidad de contacto.
—Sí, claro, ¿por qué no? —accede, intentando no parecer demasiado ansioso.
—Genial —contesta ella, sonriendo de oreja a oreja. Saca el móvil y realiza una breve grabación en la que Dani se presenta como barista-ídolo con la pierna escayolada. La Barbie le regala un susurro: “Ya hablaremos luego con más calma”.
El entusiasmo de la influencer por Dani apenas atenúa el problema que estalla alrededor del mediodía. Mira me aborda con una expresión preocupada:
—Val, hay algo raro en el almacén. Huele a quemado o… no sé, algo podrido.
—¿Qué? ¿En el almacén? —exclamo, desconcertada.
Dejo un momento la bandeja y me interno en la trastienda, donde guardamos sacos de café, leche en polvo y demás suministros. Al abrir la puerta, un hedor agrio me impacta. Recorro con la mirada hasta encontrar un par de cajas abiertas y el contenido esparcido, con manchas extrañas.
—¿Pero qué…? —murmuro, sosteniendo la respiración.
Al examinar el lugar, me doy cuenta de que varios paquetes de café han sido rajados y, sobre ellos, alguien ha vertido algún líquido corrosivo o maloliente, arruinando completamente la mercancía. La leche en polvo está desperdigada, mezclada con algo viscoso. No parece un accidente, sino algo premeditado. Un sabotaje.
—¡No puede ser! —exclama Mimi, que llega detrás de mí—. ¿Quién haría semejante cosa?
—Esto tiene pinta de ser un ataque directo —respondo, sintiendo un nudo de rabia—.

Rápidamente apartamos los sacos dañados y el café inutilizado, mientras el hedor nos revuelve el estómago. Aviso a Dani, y él, furioso desde su silla, masculla:
—Esto es obra de Cafe Deluxe, fijo.
—Posiblemente —replica Mira, encendiendo el móvil—. Voy a llamar a la policía local, Val. Aunque no sea un robo, es vandalismo, y deberíamos denunciar.
Mientras la tarde avanza, tenemos que rechazar ciertos pedidos cuando nos quedamos sin suficiente café para moler. Mimi y Mira se turnan para limpiar la trastienda, y yo intento atender a los clientes que, ajenos al caos interno, exigen su dosis de muffins y capuchinos. Luis se esfuerza en no perder la calma, aunque noto que lo intranquiliza vernos tan tensos.
La Barbie influencer, que se había quedado charlando con Dani, también percibe el revuelo. Frunce el ceño y se acerca:
—¿Qué ocurre? Huele fatal aquí…
—Hemos sufrido un sabotaje —respondo, intentando no soltar un exabrupto—. Lo sentimos, pero tendremos que cerrar antes de lo previsto.
—Siento mucho oírlo. —Ella lanza una mirada de preocupación a Dani—. ¿Quieres ayuda con algo?
—Gracias, pero creo que lo resolveremos —replico, agradeciéndole en silencio su buena intención. Es la primera vez que veo en sus ojos algo más que curiosidad: parece genuinamente afectada por el daño que nos han hecho.
Dani baja la cabeza, sintiéndose impotente. Ella se inclina hacia él y le susurra algo que no alcanzo a oír, pero por la expresión de Dani, entiendo que le está dando ánimos. Cuando la influencer se marcha para dejar libre la zona —llevándose una historia amarga para sus seguidores—, siento a la vez alivio y congoja: la ayuda de su popularidad tal vez no baste ante esta agresión.
Al cierre del día, cansados de limpiar y con un dolor de cabeza monumental por las pérdidas de la mercancía saboteada, queremos creer que Luis se quedará con nosotros como un rayo de esperanza en medio de tanto problema. Sin embargo, la vida se empeña en complicarlo todo.
—Val, necesito hablar contigo —me dice Luis, poniéndose la chaqueta con un gesto reservado.
—¿Ocurre algo? —respondo, preocupada.
—Bueno… he recibido una propuesta de otra cafetería esta misma tarde. —Noto que le tiembla un poco la voz—. La oferta es muy tentadora: mejor sueldo, horarios flexibles… me han pedido que empiece cuanto antes.
Lo miro, incrédula. ¿Acaso está diciendo que se va? Acaba de llegar.
—Pero… ¿quién te contactó?
—La gente de Cafe Deluxe —admite, bajando la mirada—. Me dijeron que valoraban mi experiencia y que querían algo más estable de lo que, según ellos, puede ofrecer Blythe Café.
Siento un pinchazo en el pecho. No me lo puedo creer: Cafe Deluxe nos sabotea, y encima recluta a nuestro nuevo empleado el mismo día que entra. Le han debido ofrecer una suma que nosotros no podemos pagar.
—Luis, entiendo que sea algo personal, pero… nos dejas en la estacada, y más tras lo de hoy.
—Lo sé, lo siento —replica él, con un mohín—. Pero necesito asegurar mi futuro. Y me han pintado un panorama muy prometedor.
Me quedo callada, sintiendo que la rabia y la tristeza se mezclan. Luis se despide con un apretón de manos y un “perdón, de verdad”. Lo vemos salir, y en mi cabeza suenan los tambores de una guerra declarada por Cafe Deluxe: sabotaje a nuestros suministros y fichaje de nuestro refuerzo. Es un golpe doble.
Cuando por fin bajamos la persiana, nadie se anima a hablar. Dani se siente culpable por no poder trabajar en la barra y así no haber dado oportunidad a que necesitemos a Luis. Mira, enrabietada, cierra la caja y apunta que hoy, con la mercancía perdida, ha sido un día desastroso para las finanzas. Mimi se agarra el delantal con la mirada triste. Sabe que, de un modo u otro, su padre o los secuaces de Cafe Deluxe están detrás de todo esto.
Reunidos alrededor de una mesa, en silencio, comprendemos que la guerra ha subido de nivel.
—¿Cómo seguiremos adelante? —musita Dani, bajando la vista.
—Tendremos que buscar a alguien más… o ingeniárnoslas con lo que tenemos —respondo, pero mi voz suena hueca.
—Y reforzar la seguridad —apunta Mira—. Mañana mismo llamaré a un cerrajero y buscaré cámaras.
—Cualquier gasto nos hunde más, pero no queda otra —agrega Mimi, con gesto resignado.
Dani sigue con la mirada al suelo, pero de pronto recuerdo la escena de la Barbie influencer inclinándose hacia él, expresándole ánimo y preocupación. Quizá esa chispa de ternura le sirva para reconfortarse un poco: al menos hay alguien que no se deja amedrentar por su lesión, que cree en su talento. Aunque no sea la solución a los problemas, me inspira pensar que Dani tiene ese pequeño rayo de ilusión entre tanta sombra.
Mañana será otro día de lucha…
Fin del Capítulo 8
Próxima cita: ¡Martes que viene (24 de marzo)!
¿Cómo responderá el Blythe Café ante el sabotaje y la jugada sucia de Cafe Deluxe?
¿Qué os gustaría ver la próxima semana?
- Aparición de un asesor legal inesperado
- Un contraataque sorpresa en redes sociales
- Un giro romántico (¿Dani-barbie influencer se refuerza o se complica?)
(¡Comparte tus impresiones y acompáñanos en la siguiente entrega llena de tensión, camaradería y estrategia para salvar el Café!)